1. Introducción

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Querido visitante, bienvenido a Logroño y a su Concatedral de Santa María de La Redonda. Es un templo levantado gracias a la profunda fe de las gentes de esta ciudad y visitado a lo largo de los siglos por sus fieles, viajeros e innumerables peregrinos en su camino rumbo a Compostela, en busca de momentos de recogimiento y oración.

Te contaremos un poco de historia antes de profundizar en este lugar lleno de arte y espiritualidad. La ciudad de Logroño aparece documentada por primera vez en el año 956, como una pequeña aldea en la orilla del Ebro. Con el paulatino aumento de peregrinos hacia Compostela va ganando en importancia. Consciente de ello, el rey Alfonso VI de Castilla otorga Fuero en 1095, por el cual los ciudadanos del reino y los extranjeros podían fijar su residencia en este burgo riojano. Esta medida favoreció enormemente su desarrollo económico y cultural.

Después de estos datos históricos que atestiguan la dilatada relevancia de la capital riojana a lo largo del tiempo, es momento de iniciar tu visita a la Concatedral de Logroño. Junto a las catedrales de Calahorra y Santo Domingo de La Calzada, conforman un caso singular en el orbe católico, al ser una diócesis con tres catedrales.

La actual sede catedralicia se levanta sobre un primitivo templo románico de planta redonda o poligonal documentado en el año 1196. De ahí adquiere la vigente denominación de “La Redonda”. En 1435 obtiene el rango de Colegiata al fusionarse con la desaparecida iglesia Colegial de Albelda. Un siglo después, entre los años 1516 y 1538, el cabildo de la Colegiata propone renovar el templo para darle mayor categoría. La iglesia románica se derriba en su totalidad y se erige un nuevo templo de estilo tardo-gótico, dividido en tres naves de la misma altura. La nave central es más ancha, y las tres naves están separadas por ocho esbeltas columnas que se abren para formar unas fastuosas bóvedas de crucería atravesadas por un conjunto de nervios rectos y curvos que confluyen en claves bellamente decoradas. La armonía del espacio y la altura de dichas naves convierten este templo en uno de los ejemplos más relevantes de la arquitectura religiosa en La Rioja.

2. Nave de la Epístola

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Iniciaremos nuestra visita al recinto sacro por la nave de la Epístola donde se disponen cuatro capillas. La primera de ellas es la Capilla de Nuestra Señora de la Paz. En ella se encuentra el sepulcro de los Ponce de León, familia donante de la capilla. Sobre un friso de calaveras, se aloja el majestuoso relieve de la Resurrección. Cristo resucitado se levanta de la tumba, a la izquierda las santas mujeres se acercan a comprobar el extraordinario suceso, mientras que en el lado opuesto advertimos un grupo de soldados sorprendidos por los hechos acaecidos. Completa esta capilla funeraria el retablo de la Virgen de la Paz. En la parte inferior, distinguimos los bajorrelieves de La Anunciación, La Natividad y La Huida a Egipto. Sobre ellos, presidiendo el conjunto, contemplamos la delicada talla de la Virgen de la Paz. María nos presenta a su Hijo que descansa sobre su regazo. La imagen está escoltada por la efigie saeteada de San Sebastián y por la de Santa Catalina. En la caja central del ático, flanqueado por los relieves de San Pedro San Pablo, advertimos la talla sedente del Ecce Homo. Jesús Nazareno, agonizante a causa del dolor, se inclina suavemente aceptando sin protesta el cáliz que está sufriendo por la redención del ser humano.

Coronando este retablo vemos una original representación del Calvario; Cristo Crucificado acompañado de la Virgen María, el apóstol San Juan y María Magdalena a sus pies. Por último, contemplamos en la solapa lateral una bella escultura del Apóstol Santiago, que acompaña nuestro peregrinar en el templo y en la vida. El Maestre Anse fue el artífice de esta extraordinaria creación artística llevada a cabo entre los años 1544-1550.

A continuación, se encuentra la Capilla de la Cruz. En ella, podemos contemplar unas coloridas tablas hispano-flamencas, procedentes de la parroquia de San Martín de Bezares, de los riojanos Andrés de Melgar y Alonso Gallego, y la imagen de la Virgen Dolorosa (talla procesional de mediados del siglo XX). En el muro lateral izquierdo se encuentra el delicado Calvario de alabastro, atribuido al escultor de origen francés Gabriel Yoly

La siguiente capilla, la única que carece de reja divisoria, es la Capilla de la Piedad o de la Virgen del Pilar. Su talla preside el retablo coronado por Santo Domingo de la Calzada, patrono de la diócesis. Flanqueando dicho retablo se encuentran dos grandes lienzos que nos muestran la conversión de San Francisco de Borja y su entrada en la Compañía de Jesús, procedentes del antiguo convento de los Jesuitas. En el muro lateral se halla un sencillo retablo presidido por una talla sedente gótica de la Virgen, a la que se atribuye la devoción de invocarla los ajusticiados de la ciudad. Sobre ella, se encuentra la imagen de estilo rococó de San Juan Bautista, mientras que un bello relieve hispano-flamenco de La Piedad remata el conjunto.

Cerrada por un elaborado enrejado decorado con los escudos de las órdenes de Calatrava y Santiago, llegamos a la Capilla de La Visitación. Una imagen de plata y marfil de la Virgen de Valvanera, patrona de La Rioja, preside este espacio, mientras en el lateral advertimos un pequeño retablo con la escena evangélica de La Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel. El ático está ocupado por San Millán de la Cogolla sobre un caballo blanco.

3. Deambulatorio

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Después de haber contemplado las capillas ubicadas en la nave de la epístola, llegamos al deambulatorio de la concatedral situado tras el retablo mayor, al que accedemos por la Real Capilla del Santo Cristo. En el muro derecho se alberga el sepulcro en arcosolio de su fundador, el obispo Don Pedro González de Castillo. Fue un importante eclesiástico relacionado con la corte de Felipe III, de gran sensibilidad litúrgica y artística, amante de esta ciudad y que renunció a la sede arzobispal de Granada para permanecer en Logroño hasta su muerte acaecida en olor de santidad.

 

El mencionado retablo es obra de Juan Bascardo, uno de los más destacados artistas de su tiempo. Consta de banco, cuerpo de tres calles y ático. En el banco distinguimos, entre las esculturas de los cuatro evangelistas, las escenas en relieve del El Lavatorio y la Oración en el Huerto. Ocupando la hornacina central, sobre un fondo donde se representa la ciudad de Jerusalén, contemplamos la sobria y majestuosa figura del Crucificado. Se trata de una talla gótica de tamaño natural del siglo XV. Esta magnífica representación de Cristo en la cruz siempre ha gozado de una gran devoción popular, especialmente entre los labriegos. De ahí, su denominación como el Cristo de los Labradores. El pueblo fiel siempre ha entendido que la Cruz no es una derrota, sino la antesala del triunfo definitivo sobre la muerte que llegará con la Resurrección. La imagen del Crucificado está flanqueada por las esculturas de San Pedro y San Pablo, y sobre ellos, los relieves de la Fe y de la Caridad. Entre los escudos de armas de los donantes, el conjunto está rematado por la delicada figura de la Inmaculada Concepción, obra del genial escultor Gregorio Fernández.

Enfrente podemos contemplar el delicado relieve de la Asunción y Coronación de María. Sin duda, es uno de los conjuntos flamencos más relevantes del patrimonio artístico riojano, procedente del Priorato de Somalo. En él se representa el momento en el que la Virgen María, al final de su vida, es elevada al Cielo en cuerpo y alma. Los ángeles la acompañan en su tránsito para ser coronada como Reina del Universo.

A sus pies se encuentra una original pila bautismal de estilo romanista (1537) decorada con motivos geométricos y en la que durante generaciones innumerables hijos de Logroño han recibido el bautismo. Por el Bautismo somos liberados del pecado, regenerados como hijos de Dios, e incorporados a su Iglesia. Es el fundamento de la vida cristiana, pórtico de la vida en el Espíritu y puerta de acceso al resto de sacramentos.

A la izquierda, sobre la puerta que da acceso a la sacristía, se encuentran los lienzos anónimos correspondientes a un milagro del Cristo de los Labradores. A su lado, en el muro norte, se alza el mausoleo del General Espartero, ilustre figura en la historia de España que manifestó su deseo de ser sepultado, junto a su mujer, en este templo. A su lado la monumental talla de Santa Tecla.

4. El Calvario de Miguel Ángel

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Es una fortuna para la Concatedral de Logroño poder custodiar esta original obra, que el genial Miguel Ángel Buonarroti pintó para Vittoria Colonna, perteneciente a la colección privada del mencionado obispo Don Pedro González de Castillo.

Vittoria Colonna era esposa de Don Francisco de Ábalos, Marqués de Pescara y General de los ejércitos imperiales, con raíces riojanas y que falleció en 1525 en la batalla de Pavía. La gran amistad entre Miguel Ángel y Vittoria Colonna, ya viuda, se refleja en su abundante correspondencia. En 1540 ella le solicitó un pequeño cuadro del Calvario que presidiría su oratorio particular. El proceso fue largo y antes de su realización, el artista dibujó varios bocetos que actualmente se conservan en el Museo del Louvre de París, la Galería Uffizi de Florencia y en el British Museum de Londres.

Cuando falleció Vittoria (1547), Miguel Ángel recuperó el cuadro y la incluyó como María Magdalena abrazada a la cruz. Así, culminó la escena evangélica de Cristo crucificado, con la Virgen María y san Juan a sus pies.

Es una obra cuajada de símbolos: María Magdalena con el paño italiano de viudedad sobre los hombros, el arrepentimiento o rectificación de la postura del brazo izquierdo de la Virgen y la leyenda inscrita en hebreo sobre el cuello del Crucificado Gibor” -el héroe divino-. La extraordinaria calidad artística y el profundo simbolismo convierten esta obra en una joya única en todo el territorio español.

En agradecimiento al artista, Vittoria escribió en 1540: “Confiaba yo sobre manera que Dios os daría una gracia sobrenatural para hacer este Cristo; después de verlo tan admirable que supera, en todos los aspectos, cualquier expectación; porque, animada por vuestros prodigios, deseaba lo que ahora veo maravillosamente realizado y que es la suma de la perfección, hasta el punto que no se podría desear más, y ni tan siquiera a desear tanto.”

5. Nave del Evangelio

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Proseguimos nuestra visita por la nave del Evangelio. Al igual que en la nave opuesta, se disponen cuatro capillas bellamente enrejadas. La primera de ellas es la Capilla de los Reyes donde se halla un extraordinario retablo romanista, considerado como uno de los relieves flamencos más valiosos de la geografía española. Posiblemente fue tallado en Amberes en 1579. Inspirado en la Epifanía del Señor o Adoración de los Reyes Magos, destaca por su gran dinamismo y el contraste entre los personajes vestidos con trajes de la época. El ático está ocupado por el relieve del Padre Eterno, mientras que en la parte inferior se encuentran cuatro hornacinas relicarios. Los lienzos de “La Huida a Egipto” y “La Adoración de los pastores” que cuelgan del muro, evidencian la dedicación de esta capilla a la natividad del Señor.

A continuación, se encuentra la Capilla de San Pedro y de las Reliquias. Está cerrada por la verja romanista más llamativa de toda La Rioja, confeccionada por Juan Tomás Celma y rematada con esculturas de las siete virtudes y distintos blasones. El retablo central alberga las imágenes de la Virgen Milagrosa (centro), San José y el Sagrado Corazón de Jesús.

El conjunto de reliquias que se guardan en las vitrinas perteneció al monasterio de San Prudencio -hoy en ruinas-. En el centro, advertimos el valioso busto-relicario de San Prudencio (1461), patrono de Álava, y a sus lados dos santos riojanos, San Félix del Monte y San Funes. Sobre ellos, las tres arquetas que contienen las reliquias de estos santos.

El Retablo lateral tiene a San Pedro como titular, que preside el conjunto con su imponente efigie revestido como pontífice y sentado en su cátedra. En la base encontramos una representación de la Última Cena y en lo alto, un Calvario.  Los laterales están decorados por pinturas de las tres virtudes (fe, esperanza y caridad). Completando la iconografía del retablo, las imágenes de san Jerónimo y el Bautismo de Juan, Santa Isabel, Santa Catalina y Santa Lucía.

Tras el sobrio enrejado de la Capilla de San Ildefonso, descubrimos el retablo atribuido a Guillén de Holanda, organizado en tres calles y tres cuerpos más ático que sorprende por sus tallas de incomparable belleza. En el nicho central del primer cuerpo vemos una conmovedora “Piedad” de cuatro piezas que sobrecoge por el dolor apasionado y la profunda serenidad espiritual que inspira. A su derecha, una estremecedora figura del Ecce Homo o Cristo Varón de los Dolores. La imagen de “La imposición de la casulla a San Ildefonso ocupa la hornacina central del segundo cuerpo, flanqueada por las tallas de San Francisco de Asís y un Santo sin determinar. En el último cuerpo se hallan las figuras de San Bernardino de Siena, Santa María Magdalena y San Antonio de Padua; uno de los pocos santos al que se le representa con el Niño Jesús en brazos. El conjunto es coronado por un Calvario con su clásica disposición. Suspendido del muro derecho, podemos admirar un cuadro de la Sagrada Familia que el pintor italiano Il Parmigianino replicó de su maestro Rafael. En esta capilla se venera una excepcional escultura de Santa María Magdalena (siglo XVII), copia de la reconocida talla de Pedro de Mena.

Llegamos a la última capilla de la nave del Evangelio. Es la Capilla de San Blas, que alberga la escultura de este santo procedente de una antigua parroquia logroñesa (XVII). En el centro contemplamos el magnífico retablo con seis tablas flamencas realizadas por Gillis Coignet en Amberes (1584). En la parte inferior se disponen las espléndidas imágenes de La Asunción, La Epifanía y La Anunciación. En la parte superior contemplamos la imagen central de la Resurrección del Señor, flanqueada por las imágenes de San Pedro y San Juan Bautista. Es la única obra de retablo que se conserva en España de este pintor flamenco.

6. Retablo mayor

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Después de este recorrido por la nave del Evangelio, es momento de contemplar el retablo mayor dedicado a Santa María de La Redonda, a quien está dedicado el templo. Para admirarlo en detalle, te invitamos a que tomes asiento en los bancos delanteros o lo contemples desde las escaleras que dan acceso al altar. Abren el presbiterio y el altar mayor dos excelentes púlpitos platerescos repujados en hierro forjado y datados en 1540.

 

Este magnífico retablo, erigido entre 1684 y 1688, destaca por su esbeltez. Consta de una gran calle central con el relieve del Árbol de Jesé, representación de la genealogía humana y divina de Cristo basada en la profecía de Isaías. Refleja los misterios de la Encarnación y el Nacimiento de Cristo como cumplimiento de dicha profecía mesiánica. La figura de Santa María de La Redonda, extraordinaria talla hispano-flamenca del siglo XV, sobre una copa-peana preside el conjunto. El Niño Jesús aparece en el regazo de su madre. En las calles laterales, entre fastuosas columnas salomónicas, se alzan las efigies San Pedro y San Pablo.

 

Coronando este magnífico conjunto podemos admirar un majestuoso Crucificado de estilo manierista del siglo XVI. Cristo murió por nosotros y en su sacrificio redentor quedamos salvados y justificados. El ático, rodeado de distintos seres angélicos, está rematado por la figura del Padre Eterno que sujeta una esfera del mundo en la mano izquierda. Mientras, con su diestra nos bendice levantando tres de sus dedos, evidente signo trinitario. En la bóveda podemos contemplar unas pinturas barrocas con alegorías de las letanías marianas.

 

En la parte inferior de este espectacular conjunto escultórico está ubicado el baldaquino-tabernáculo. En su portada se halla la preciosa imagen repujada en plata de la Inmaculada Concepción que parece custodiar el mayor tesoro que podemos encontrar en el templo, la Presencia Eucarística del Señor en el Sagrario. “Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí nunca tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed.” (Jn. 6, 35).

7. Coro

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El coro es el lugar donde se congrega el Cabildo catedralicio para la celebración litúrgica y la oración. El que ahora ves fue construido en 1607, se cierra con un elaborado enrejado barroco y tiene una elaborada sillería de nogal decorada con motivos arquitectónicos en los sitiales bajos y bajorrelieves con figuras de santos en los altos. En la parte alta, se exhibe un lienzo del Cristo Crucificado, copia de un grabado de Rubens. El lateral está ocupado por el imponente órgano ejecutado por el maestro organero José Mañero en 1715. En el año 1995 se llevó a cabo su última restauración, que es prácticamente una reconstrucción, a cargo del taller de Federico Acitores.

8. Capilla de Nta. Sra. de los Ángeles

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Estimado visitante, has accedido a la capilla de Nuestra Señora de Los Ángeles, espacio sagrado construido en el año 1756, junto a las dos torres barrocas (lado sur, San Pablo y lado norte, San Pedro). Está coronada por una majestuosa cúpula decorada con pinturas al fresco del pintor José Bejés (1770).

Este magnífico conjunto pictórico representa la Asunción de la Virgen María y su Coronación como Reina de los Cielos. Innumerables santos, muchos de ellos naturales de La Rioja, acompañan jubilosos este glorioso misterio. 

Nada más acceder a esta bella capilla, se encuentra el Altar de San Bernabé, patrono de la ciudad de Logroño, flanqueado por las imágenes de San Roque y San Antonio.

A continuación, se halla el Retablo de Nuestra Señora de la Soledad y del Santo Sepulcro. La Madre del Señor, doliente ante la Pasión y Muerte de su hijo, preside el conjunto. Está flanqueada por las imágenes de San Ramón Nonato, patrón de las embarazadas y San Pedro Nolasco, fundador de la Orden de La Merced. En la base del retablo contemplamos el Santo Sepulcro del Cristo Yacente, que fue donado, junto a la Virgen de la Soledad, por el Capitán Gabriel de Unsain (1694). Se trata de una joya de gran valor artístico y religioso, que procesiona en la Semana Santa de la ciudad.

Seguidamente, nos detenemos ante las puertas de la entrada principal, de estilo rococó, ornamentadas con paneles dorados donde se representa una bella iconografía de las letanías marianas del Cantar de los Cantares. Enriquecen el conjunto dos grandes lienzos de la Epifanía y de la Circuncisión del Señor.

Llegamos al Altar de la Virgen del Carmen, cuya imagen con el Niño ocupa el nicho central. Está escoltada por San Luis Gonzaga y San Cayetano fundador de la Orden Teatina, mientras que la efigie del anciano Simeón, al que se le representa con el Niño Jesús en brazos, corona el conjunto.

A su lado, el retablo de tres santas mujeres mártires. Ocupa la hornacina central, Santa Lucía, protectora de la vista, a quien está dedicado el retablo. La flanquean Santa Águeda, intercesora de las enfermedades de cáncer y Santa Apolonia, a quien se invoca contra los problemas dentales. En el ático se encuentra la imagen de Santiago el Menor, apóstol del Señor.

Es momento de contemplar el magnífico retablo central presidido por la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles, una delicada talla hispano-flamenca del siglo XV de gran devoción popular. Le acompañan las imágenes de tres insignes santos jesuitas, San Roberto Belarmino, San Francisco de Borja, y San Francisco Javier en la parte superior. Corona el conjunto la figura del Padre Eterno que, entre rayos de luz celestial, nos bendice con su diestra. Y a los pies de la Virgen, parece pasar inadvertido el mayor tesoro de esta capilla, la Presencia Eucarística del Señor en el Sagrario. Cristo resucitado permanece siempre vivo en medio de nosotros.

9. Final

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Vamos acabando nuestra visita, en la que hemos aunado arte, cultura y fe. Deseamos que haya sido para ti una experiencia grata. Antes de abandonar el templo para seguir tu camino, te invitamos a tener un momento de recogimiento y oración. Puedes acompañar al Señor en su presencia real en el Sagrario o sentarte en silencio ante la acogedora presencia de la Virgen María, meditando su vida de entrega y gratitud. Para ello, ponemos a tu disposición algunas oraciones que pueden ser útiles y diversos enlaces para profundizar en la vida de los Santos que componen los retablos.

Oración por la paz

Señor, haz de nosotros un instrumento de tu paz.
Donde existe el odio, que nosotros pongamos el amor.
Donde existe la ofensa, que nosotros pongamos el perdón.
Donde existe la desesperación, que nosotros pongamos la esperanza.
Donde existe la duda, que nosotros pongamos la fe.
Donde existen las tinieblas, que nosotros pongamos la luz.
Donde existe la tristeza, que nosotros pongamos la alegría.
Haz, Señor, que busquemos:
saciar más que ser saciados,
comprender más que se comprendidos,
amar más que ser amados.
Porque es dando como se recibe,
es perdonando como se es perdonado,
es muriendo uno a sí mismo como se nace a la vida eterna.

La oración de María: “Magnificat”

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.

Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

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