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Figura de San Sancho de Funes en la Concatedral de La Redonda.
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Hoy conmemoramos la vida y el legado de San Sancho de Funes, una figura clave en la historia eclesiástica y política de la España medieval. Nacido en una época de grandes transformaciones, San Sancho de Funes fue obispo de Calahorra entre 1118 y 1146, además de desempeñarse como abad de Nájera. Su vida, marcada por la fe, la diplomacia y el martirio, lo convirtió en un santo venerado cuya memoria perdura hasta nuestros días. Como monje benedictino, San Sancho de Funes destacó por su dedicación a la vida monástica, siendo el primer abad del prestigioso monasterio de Santa María la Real de Nájera, un centro espiritual y cultural de gran relevancia en su tiempo.

San Sancho de Funes también tuvo un papel activo en los acontecimientos históricos de su época. Estuvo presente en el cerco de Zaragoza, un episodio significativo en la Reconquista, demostrando su compromiso no solo con la Iglesia, sino también con los intereses de los reinos cristianos. Sin embargo, uno de sus logros más destacados ocurrió en 1140, cuando, como obispo de Calahorra, San Sancho de Funes evitó una batalla fratricida entre los reinos de Castilla y Navarra. Gracias a su habilidad negociadora, logró un acuerdo de paz que salvó innumerables vidas y consolidó su reputación como un hombre de reconciliación y sabiduría.

Dentro de su labor pastoral, San Sancho de Funes se esforzó por fortalecer la vida espiritual de su diócesis. Escribió varias exhortaciones dirigidas a los clérigos de su sede, instándolos a vivir con integridad y devoción. Además, redactó una Bula que ofrecía indulgencias a quienes contribuyeran económicamente a la restauración de la catedral de Calahorra, un proyecto aprobado por el Papa Gelasio. Esta iniciativa reflejaba su preocupación por el mantenimiento de los templos como espacios de culto y encuentro con Dios. Sin embargo, su celo reformador lo llevó a enfrentarse a prácticas corruptas como la simonía, lo que le granjeó enemigos poderosos.

El final de la vida de San Sancho de Funes estuvo marcado por el martirio. En 1146, mientras intentaba erradicar la simonía de su diócesis, fue asesinado en Monte Laturce por aquellos que se oponían a sus reformas. Su cuerpo fue sepultado en una cueva del monasterio de Santa María la Real de Nájera, junto a las reliquias de San Prudencio, un gesto que simboliza su santidad y su conexión con la tradición cristiana. Con el tiempo, sus restos fueron trasladados y hoy se veneran en la capilla de La Milagrosa, ubicada en la Concatedral de Santa María de La Redonda, en Logroño, donde los fieles acuden a rendirle homenaje.

San Sancho de Funes es un ejemplo de fe inquebrantable y servicio desinteresado. Su vida nos inspira a vivir con valentía y compromiso, incluso en medio de adversidades. En esta fecha, recordamos su legado en la Iglesia y en la historia, celebrando su santidad en la Concatedral de La Redonda, donde su memoria sigue viva entre los devotos.